Siempre escribo con un vacío que se genera en mí; no tengo nada en el instante de la entrega. Mis manos escriben formulando palabras que vienen de muy lejos; pero el sentimiento que me dejan es de orfandad. Nadie posee nada que le pertenezca. Conozco personas que dicen que el cielo queda lejos de sus casas pero nunca voltean a los techos que le llueven.Existe algo en esa labor que concibe un riesgo. ¿Riesgo de qué?. Se ha ido la nieve, por fin.
Duermo mucho y de corrido. Tomo el libro de Clarice e intento una lectura rápida pero que me llene de sensaciones; que intente renovar este estado en el que estoy presa. Esta gripe se ha convertido en algo físico, no solamente en un estado de fiebre, sino que ha logrado cambiar la temperatura de este cuerpo a su antojo. A veces transpiro por horas, y el cuerpo se torna pálido, hundiéndose aún más en el abismo que se abre entre las sábanas y la cama. El miedo se ha hecho grande y fuerte y no deja de mirarme.
Me seco la cara con el borde de la blusa , a falta de toalla. Me siento en el escalón que sube a las cabinas, y miro al fluorescente del techo. Pronto tendré que irme, otra vida me espera fuera de este pequeño refugio. Pero mientras eso pasa vengo aqui a evitar el abandono